El jardín de la Tía Lulú


Evaluación individual: Cuento infantil.
Contenido: Bloque II. Soy parte de la naturaleza.
Aprendizajes esperados: Identifica; cambios de plantas y animales (nacen, crecen, se reproducen y   mueren).             
Contenidos: Cambios en la naturaleza del lugar donde vivo.
Asignatura: Exploración de la Naturaleza y la Sociedad

El jardín de la Tía Lulú

En su casa de mi tía Lulú, ella tiene un pequeño jardín, su casa está en el campo, cerca de un pueblito muy muy lejano, donde se puede apreciar una vista hermosa. En su jardín había muchas plantas, flores y hortalizas.  

Este jardín estaba dividido por unas cercas de madera, que está pintada de blanco y está muy alta. En uno de los lugares estaban las flores y las plantas y en el otro extremo había una huerta en la cual la Tía Lulú, plantaba verduras y hortalizas. 



En el rincón de las plantas y flores había una pequeña semilla. Era la más pequeña de todas y sólo tenía el brote de una diminuta hojita. A su alrededor crecían una infinidad de flores: rosas, lirios, calas, violetas, tulipanes y margaritas.

.

Todas las mañanas la tía Lulú regaba las plantas algunas necesitaban más agua que otras pero esta nueva semilla necesitaba más de la que muchas de las tomaba y aun así no crecía.
Esto provocó una confusión entre las plantas y comenzaron a murmurar sobre la pequeña semilla.

Las plantas observaban día a día a la pequeña semilla y le decían:

– “Eres muy simple y fea, nunca crecerás!”.

Mientras que las flores se burlaban y reían a carcajadas y le decían:

– “Mírate en los charcos de agua, no tienes coloridos pétalos como nosotras, solo tienes una simple y fea hoja que se asoma desde tu brote”.

La semillita se sentía muy triste, todas las demás flores y plantas eran muy amigas y a ella la ignoraban.

Un día la tía Lulú   se acercó al jardín con sus herramientas de jardinería y en una de sus manos un macetero con una planta de arvejas. 
La planta tenía un reluciente color verde en sus hojas. La Tía Lulú la tomó y la trasladó, ubicándola al lado de la pequeña semilla.

La pequeña semilla la miraba con gran asombro al ver su tamaño. Tímidamente se decidió a hablarle y con su suave voz murmuró:

– “¡Que grande y hermosa eres!”. 

La planta verde observó a su alrededor y se dio cuenta que la dulce voz provenía desde abajo. La miró y le dijo:

– “Oh, pero que pequeña eres. 
Apuesto que cuando llegue la primavera tú serás una hermosa y alta flor, solo tienes que esperar que el tibio calor de los rayos del sol te iluminen y que la Tía Lulú te riegue con un poco de agua”.

Era el último día de invierno y unas nubes grises cubrían el cielo. De repente comenzó a llover con tanta fuerza, como si la Tía Lulú arrogara abundante agua desde el cielo.

Las flores y las plantas estaban asustadas pues el viento soplaba con tantas ganas que sus pétalos y hojas comenzaban a desprenderse de ellas.


Afortunadamente, la pequeña semilla estaba protegida por su nueva amiga. La planta verde cubría a la semilla con sus largas hojas y le dijo:

– “Pequeña semilla, la lluvia ya terminará, no temas, yo te protegeré!” 

Desde ese día tormentoso, se hicieron las mejores amigas.

Pasaron los días y la planta verde despertaba rápidamente, pues los rayos del sol iluminaban sus hojas.

– “Despierta querida amiguita” -Gritó la planta a la semilla.
Ésta ya no era una simple y pequeña semilla, ¡Había crecido más de diez centímetros y ahora le habían brotado varias hojas!

Al mirarse en los charcos de agua se preguntaba

– “¿Qué seré?, ¿una planta o una flor?

Pasaron los días y en el jardín de la Tía Lulú comenzaba a recibir unos pequeños visitantes. Las abejas vestidas con su amarillas y rayados uniformes viajaban de un lado para otro, las mariposas volaban con sus coloridas alitas y las chinitas recorrían las hojas del jardín con sus rojos vestidos.

¡El jardín le daba la bienvenida a la primavera!
La llegada de los insectos dio origen a nuevas flores y las plantas comenzaron a crecer.
La pequeña semilla creció y creció hasta sobre pasar a la mayoría de las flores. Al paso del tiempo comenzaron a aparecerle unos dorados pétalos desde su cabeza y al mirar su reflejo en una de las ventanas de la casa y exclamó con mucha felicidad:

– “¡Que grande y hermosa soy, ahora soy un girasol!” 

Las flores y plantas comenzaban a murmurar sobre los cambios de la semilla y estaban muy arrepentidas por sus burlas anteriores, así que decidieron pedirle perdón.

El girasol sin rencor las perdonó y desde entonces se hicieron muy amigas, prometiendo que nunca más se burlarían de ninguna semilla, planta o flor por más pequeña o simple que fuera.
Y al final gracias a los muchos viajes de los amigos insectos, nacieron más semillas de las cuales brotaron y se convirtieron en otros girasoles.

FIN

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